miércoles, 12 de abril de 2017

NEUROEDUCACIÓN ¿LA EDUCACIÓN DEL FUTURO?


EDUCACIÓN Y NEUROCIENCIA.

En los últimos años los estudio dirigidos a saber cómo adquirimos conocimientos no solo implican las disciplinas tradicionales como las pedagógicas y psicológicas, sino que también, hoy en día se tiene en cuenta la NEUROCIENCIA.

Esta disciplina ha alcanzado un gran desarrollo desde finales del siglo pasado. Los hallazgos de cómo funciona el cerebro humano están abriendo nuevas líneas de investigación para aplicar este conocimiento al ámbito de la educación. Los mecanismos neuronales que utilizamos para el aprendizaje como la emoción, la motivación, la atención y la memoria, adquieren ahora una dimensión nueva al permitir que los maestros mejoren sus capacidades docentes, ya que conocer como aprende el cerebro les va a facilitar llevar a cabo la elaboración de nuevas estrategias para enseñar a sus alumnos.

Así, algunos investigadores, entre ellos Francisco Mora, han sido pioneros en conocer y crear puentes de entendimiento entre la neurociencia y la educación. Para este especialista la Neuroeducación significa “evaluar y mejorar la preparación del que enseña (maestro), y ayudar y facilitar el proceso de quien aprende (individualidad a cualquier edad). La Neuroeducación es una disciplina que puede ayudar a detectar problemas neurológicos y psicológicos que interfieren en el aprendizaje de los alumnos; a mejorar el rendimiento de los niños con altas capacidades; a anticipar en qué etapa del desarrollo madurativo de un niño hay que actuar para que el aprendizaje sea más efectivo o a lograr un mejor equilibrio entre cognición o emoción. Y, todo ello, a través de un profundo conocimiento de las diferentes áreas del cerebro, sus redes neuronales y las sinapsis que se producen entre ellas.

Una de las características del cerebro es su plasticidad, es decir la capacidad de las células nerviosas para regenerarse como consecuencia de los cambios ambientales. Por lo tanto, el cerebro está diseñado para cambiar en respuesta a la experiencia y, más en concreto, al aprendizaje. Pero para que se produzca el aprendizaje hay que activar la emoción. Es necesario crear métodos y recursos que estimulen la curiosidad; que destierren el castigo; que introduzcan los juegos; que fomenten la empatía entre alumnos y profesores, y entre iguales; en definitiva, que sirvan para educar de manera más eficiente.

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